martes, 23 de marzo de 2010

INSTRUCCIÓN PÚBLICA

El Gobierno forma la moral de los Pueblos, los encamina a la grandeza, a la prosperidad, y al poder. ¿Por que? Por que teniendo a su cargo los elementos de la sociedad, establece la educación pública y la dirije. La Nación será sabia, virtuosa, guerrera si los principios de su educación son sabios virtuosos y militares: ella será imbécil, supersticiosa, afeminada y fanática si se la cría en la escuela de estos errores. Por esto es que las sociedades ilustradas, han puesto siempre la educación entre las bases de sus instituciones políticas. Véase la República de Platón. ¿Mas, para qué hemos de examinar teorías? Véase á Atenas la madre de las ciencias y de las artes; a Roma, la Señora del mundo; a la virtuosa, e invencible Esparta; a la República de los Estados Unidos, el trono de la libertad, y el asilo de las virtudes. ¿De donde sacaron lo que han sido, y lo que son? En efecto: las Naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación. Ellas vuelan, si esta vuela, retrogradan, si retrograda, se precipitan y hunden en la obscuridad, si se corrompe, ó absolutamente se abandona. Estos principios dictados por la experiencia, é inculcados por los filósofos y políticos antiguos, y modernos, hacen hoy un dogma tan conocido que no se hallará tal vez individuo alguno que no se sienta penetrado de su verdad.

Felizmente vivimos bajo la influencia de un Gobierno tan ilustrado, como paternal, que en medio del estrago y de la penuria, a que nos redujo el Rey, del trastorno y agitación que nos causa una guerra de exterminio, desde el centro de sus fatigas, vuelve hacia los Pueblos sus miradas benéficas, observa sus miserias, se contrista a su vista, y arrostrando la escasez de recursos, procura remediarlas por cuantos medios le sugiere la filantropía. Ha fijado con preferencia su atención sobre el punto mas interesante, sobre el fundamento verdadero de la felicidad: la Educación.

No es mi intención hablar del plan de estudios, creación de Escuelas, fomento de las artes y ciencias, estimulo y aprecio de los . literatos, y reglamentos útiles. El Público ha visto con sus propios ojos, que se practica ya este sistema de regeneración moral, y no hay quien no sienta los efectos saludables de sus desvelos.

Me contraigo solamente a la escuela abierta aquí el 1° de Octubre de este año. ¡que diferencia! Bandas de muchachos consagrados por sistema al ocio, la plaga de las calles, el estorbo de las concurrencias, y la aflicción de sus padres, verlos hoy formar la sociedad reglada y decente, oírlos discurrir dogmáticamente sobre la historia de la Religión, sobre los elementos de la Aritmética, del dibujo y de la geografía: verlos ejecutar elegantes caracteres por el estilo de Carver, Incesantemente afanados por saber, inflamados por la vista del premio, renunciar el atractivo del descanso. He aquí lo que hace hoy el objeto de la dicha, y de la bendición del Pueblo: si hay quien a vista de esta variación no experimente iguales sensaciones, será por que es insensible al bien. Mas yo que actualmente las siento, voy a manifestar mi interés por tan útil establecimiento aventurando algunas observaciones que podrán tener el uso que merezcan.

El Director de una escuela, es decir el hombre generoso y amante de la Patria, que sacrificando su reposo y su libertad se consagra al penoso ejercicio de crearle Ciudadanos al Estado que le defiendan, le ilustren, le santifiquen, le embellezcan, y le engendren otros tan dignos, como él, es sin duda benemérito de la Patria: merece la veneración del Pueblo y el aprecio del Gobierno. El debe alentarle, y concederle distinciones honrosas.


Claro está, que no hablo de los que llaman Maestros de escuela: es decir de aquellos hombres comunes, que armados del azote, de un ceño tétrico, y de una declamación perpetua, ofrecen, mas bien la imagen de Plutón, que la de un filósofo benigno.

Aquí se enseñan mas preocupaciones, que verdades: es la escuela de los espíritus serviles, donde se aprende con otros vicios el disimulo y la hipocresía, y donde el miedo no permite al corazón el goce de otra sensación. Fuera semejantes tiranos: que vayan a Salamanca que allí tendrán un lugar.

El Gobierno debe proceder como hasta aquí: elegir entre la multitud, no un sabio, pero si un hombre distinguido por su educación, por la pureza de sus costumbres, por la naturalidad de sus modales, jovial, accesible, dócil, franco, en fin en quien se encuentre mucho que imitar y poco que corregir.

Como los términos, por buenas que sean las ideas que representan en su origen, degeneran después con el abuso causando imágenes distintas, tal me parece que sucede con los nombres Maestro, y Escuela. Bajo el pie bárbaro en que estos establecimientos se han visto en el Gobierno Español, estas palabras producen sensaciones muy desagradables. Decirle a un niño vamos a la escuela, ó á ver al Maestro, era lo mismo que decirle: vamos al presidio, ó al enemigo: llevarle, y hacerle vil esclavo del miedo y del tedio, era todo uno. Creo pues, que estas denominaciones deben sustituirse por otras a quienes no se tenga aversiones. Habrá quien diga que los nombres no influyen; pero la experiencia prueba que obran directamente sobre nuestros juicios! Cuantas querellas, disputas y guerras solo por un término! dentro de un siglo, con que pavor oirán nuestros decendientes pronunciar el nombre Español! Que el Maestro pues, se llame de otro modo. y. g. Director, y la Escuela, Sociedad.

Formar el espíritu y el corazón de la juventud, he aquí la ciencia del Director: este es su fin. Cuando su prudencia y habilidad llegaron a grabar en el alma de los niños los principios cardinales de la virtud, y del honor; cuando consiguió de tal modo disponer su corazón por medio de ejemplos y demostraciones sencillas que se inflamen mas a la vista de una divisa que los honra, que con la oferta de una onza de oro: cuando los inquieta mas la consideración de no acertar á merecer el premio, ó con el sufrimiento de un sonrojo, que la privación de los juguetes y diversiones a que son aficionados; entonces es que ha puesto el fundamento sólido de la sociedad: ha clavado el aguijón que inspirando una noble audacia a los niños, se sienten con fuerza para arrostrar el halago de la ociosidad, para consagrarse al trabajo. La juventud va á hacer progresos inauditos en las artes y ciencias.

Afortunadamente nuestra Sociedad se halla hoy en este caso: los niños se desvelan estudiando, no hablan sino de lo que han aprendido, es día de desconsuelo el día que la Escuela está cerrada.

Los premios y castigos morales, deben ser el estimulo de racionales tiernos; el rigor y el azote, el de las bestias. Este sistema produce la elevación del espíritu, nobleza y dignidad en los sentimientos, decencia en las acciones. Contribuye en grande manera a formar la moral del hombre, creando en su interior este tesoro inestimable, por el cual es justo, generoso, humano, dócil, moderado, en una palabra hombre de bien.

Así como el Director, el Discípulo debe tener ciertas cualidades al tiempo de entrar en la sociedad: tales son disposición física y moral para ser enseñado, dos vestidos por lo menos, un corbatín, sombrero y libro.

La enseñanza no es mas, digámoslo así, que la disciplina de un cuerpo de tropas, con la diferencia que a los soldados se les disciplina físicamente, y a los niños física y moralmente. Mas así como a los primeros se les instruye desde que se levantan hasta que se acuestan dándole a todos sus movimientos y trabajos regularidad, tiempo, orden y duración, para que resulte un todo bello; así al niño debe instruírsele siguiéndole en todas las horas del día.

La primera máxima que ha de inculcarse a los niños es la del aseo. Si se examina bien la trascendencia que tiene en la sociedad la observancia de este principio, se convencerá de su importancia. No hay vista mas agradable que la de una persona que lleva la dentadura, las manos, el rostro, y el vestido limpios: si a esta cualidad se juntan unos modales finos, y naturales, he aquí los precursores que marchando delante de nosotros, nos preparan una acogida favorable en el ánimo de las gentes. Será pues la primera diligencia del Director hacer todos los días una revista para examinar todo lo que haya que advertir, y corregir sobre este particular. Un premio ó distintivo establecido para condecorar esta virtud, será un estimulo suficiente para practicarla con emulación.

Al mismo tiempo se acompañará la instrucción práctica de la etiqueta, ó de las ceremonias y cumplimientos debidos a las gentes según su clase. No es esta materia frívola: su interés es tal, que de su inobservancia se originan disgustos, enemistades, y duelos. Hay personas tan finas, y delicadas en este particular, especialmente los extranjeros, que no disimulan la mas ligera falta: yo he visto reconvenir a una persona porque se para en la mesa, porque fuma en la concurrencia, ó está con el sombrero puesto. No es extraño; la opinión de los hombres de educación. es que se les ultraja cuando en su presencia se incurre en alguna irregularidad. ¿Que diremos a vista de nuestras tertulias, de nuestros banquetes? Que rusticidad! que desvergüenza! Mas bien son zaurdas que reuniones de racionales.

Aquí es preciso evitar el extremo opuesto, ó la nimia escrupulosidad en la práctica de las reglas, de donde resulta una afectación tan chocante, y ridícula, que mas parecen unos hombres gravados en unos preceptos, que unos preceptos gravados en hombres.

Siendo la palabra el vehículo de la instrucción, es de los primeros cuidados del Director que la dicción sea pura, clara, y correcta: es decir, que no se admita barbarismo, ni solecismo; que se dé el valor a los acentos, y se llamen las cosas con sus propios nombres sin alterarlos.

Congregada la Sociedad, se ha calculado prudentemente dividirla en clases, v. g. 1a, 2 a, 3 a, compuestas de principiantes, algo mas que principiantes, y adelantados, colocando al frente de cada clase un niño con el nombre de celador capaz de dirigirla. Los celadores se nombran por elección, y se condecoran con una insignia particular que pueda excitar la ambición de todos. Se acostumbrará a los niños a proceder en las elecciones con tal orden, é imparcialidad, que se familiarizen con la decencia, y la justicia, buscando sólo el mérito.

El tratamiento de los niños entre si, será el de tu, y el de Señor delante del Director.
Quintiliano prefiere las Escuelas públicas, a la enseñanza privada, porque además de las ventajas que proporciona el roce y trato con gentes de distintos genios, aquí, dice, es donde se contraen las verdaderas amistades, aquellas que duran toda la vida. Siguiendo esta idea, yo haría que cada niño eligiera otro de la sociedad a su gusto, estrechándose con él, mas que con ningún otro. El objeto de este enlace podía ser el de defenderse recíprocamente delante del Director, y en cualesquiera otra ocasión, auxiliarse, partir las comodidades, corregirse, y estar unidos.

El Director puede enseñar todo lo que le permita el tiempo, su capacidad, y la de los Discípulos. Pero los objetos de preferencia, son leer, escribir, los principios de la Religión, los de la Aritmética, y geografía. El método que me parece mas fácil para enseñar a leer es, primero poner muy diestros a los niños en el conocimiento de las letras, después en la pronunciación del silabario, pero sin deletrear, y de aquí pasar a leer en cualesquiera libro. En esta operación se comprende la instrucción en los rudimentos de la gramática castellana.

Para aprender a escribir creo preferible a todos, el sistema de Carver por su sencillez, facilidad y belleza. En este ejercicio se comprende la enseñanza de la ortografía castellana, y se aprende a leer lo manuscrito.

Para aprender los principios de la Historia Sagrada, y de la Religión. el Catecismo de Fleurí, y el Padre Astete, pueden usarse con suceso.

Para Aritmética, el cuaderno por donde se está enseñando.

Para la Geografía Universal, y para la particular del país, un extracto completo que al efecto se formará. Las lecciones que sobre cada una de estas materias se den, tendrán hora determinada, mucha claridad, tanta extensión cuanto lo permita la capacidad media de los discípulos, examen particular y general a ciertos períodos de tiempo, y finalmente premios.

Un hombre de genio, que conozca el corazón humano, y que le dirija con arte: un sistema sencillo, y un método claro y natural, son los medios eficaces por donde la sociedad puede hacer en pocos días extraordinarios y brillantes progresos. Sin estos requisitos en vano se amontonarán preceptos y trabajos: todo será embarazo y confusión.

Los juegos y recreaciones son tan necesarios a los niños, como el alimento: su estado físico y moral así lo requiere. Pero estos desahogos se han de encaminar á algún fin útil y honesto: la discreción del Director los determinará, y presidirá si es posible. Como útiles y honestos son conocidos la Pelota, la Raqueta, el Bolo, la Corneta, el Globo Aerostático, las Damas y el Ajedréz.

La adquisición de los premios, los actos extraordinarios de aplicación, de honor y de cualquiera otro sentimiento noble, no los borrará el olvido antes bien se recomendarán a la memoria con aprecio. A este fin se llevará un registro donde se consignen los hechos mas notables, el nombre de su autor, y el día en que se ejecutó. Estará a cargo de un Secretario electo por votación, quien escribirá, y autorizará el hecho, se adornará el libro, y se mantendrá con veneración en un lugar visible. El día de las grandes solemnidades de la Patria, se congregará la sociedad, y algunas personas visibles del Pueblo: una de ellas la mas condecorada leerá en voz alta las glorias y triunfos de la juventud. Se consignará esta ceremonia, se tributarán vivas y elogios a aquellos cuyo nombre se halle escrito en este libro precioso. Este día será el de la Sociedad, día de fiesta y de regocijo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Compartir
mail order brides html clock for websites contador de usuarios online