“Los
pueblos del mundo que han lidiado por la libertad han exterminado
al
fin a sus tiranos” (Simón Bolívar: Proclama a los venezolanos, en el
Cuartel
General Libertador de San Mateo, 24 de marzo de 1814).
La epopeya de la
independencia de nuestra América, con la que simpatizaron los republicanos
detodo el mundo, fue, no obstante, y sigue siéndolo hoy mismo, una lucha que ha
tenido que hacerse ante la indiferencia de
las naciones del mundo. Estados Unidos pudo liberarse de la dominación británica, gracias al
apoyo en recursos bélicos y en tropas brindado por el imperio francés, y contóigualmente con el
importante respaldo de los imperios de Rusia y España. Además, numerosos latinoamericanos
combatieron al lado del general Washington para derrotar el
colonialismobritánico. No olvidemos que el general Francisco Miranda fue uno de
esos latinoamericanos.
No ocurrió lo mismo con
la gesta bolivariana en Hispanoamérica. Cada una de las potencias tenía intereses políticos y
económicos contrarios al establecimiento de repúblicas democráticas ennuestra
América, y, sobre todo, veían en la solidaridad continental propuesta por
Bolívar, un serioobstáculo para caer sobre nuestras naciones y sus recursos una
vez que España fuera vencida.
Inglaterra deseaba la
independencia de nuestras naciones pero temía el carácter revolucionario que Bolívar imprime a la
guerra emancipadora. Además, no quería comprometerse en un apoyoinstitucional,
económico, militar o político que fuera, contra España, a quien necesitaba
junto con Portugal para formar un
equilibrio de fuerzas que le permitiera contrarrestar la posibilidad de una invasión napoleónica o un
levantamiento general del pueblo irlandés.
Francia que, como enseña
Bolívar, siempre ha sido un imperio, aspiraba a dominar a Europa. Napoleón fue
el instrumento preciso para saciar sus apetitos expansionistas. Incluso, como
también lo advirtió Bolívar,
acarició la idea de extender su señorío imperial al continente americano. Por eso, mientras juraba la
Revolución Francesa, instalaba el yugo de la esclavitud más abominable en Haití, que fue
heroicamente liquidada cuando el pueblo haitiano proclamó su independencia y fundó la primera
República negra que conoce la historia.
La Santa Alianza, que
unía a los regímenes más retrógrados de Europa, como Alemania, Austria, Prusia y Rusia, y que
contaba con la misma Gran Bretaña como asistente, apoyaba a España contra la voluntad de
independencia y libertad de los pueblos que eran sus colonias, y temía que si
Bolívar lograba formar en América
un bloque continental de pueblos libres y organizados en repúblicas democráticas, caerían en
Europa las monarquías contra las que siempre han luchado los pueblos del viejo continente.
Estados Unidos, cuyos
gobernantes y agentes diplomáticos conspiraron groseramente contra el Libertador al que
llamaban “el loco de Colombia”, lo odiaban por razones de puro cálculo
de economía política: la
fementida democracia norteamericana era la primera potencia esclavista del mundo: más de dos
millones de esclavos de origen africano eran segregados y oprimidos por sus amos racistas y crueles
que, además, exterminaron en masa a los aborígenes de las praderas del norte de América. Los
sobrevivientes eran reducidos a determinadas regiones como campos de concentración. Los negros
y los indígenas no podían ser ciudadanos de los Estados Unidos. El gobierno de Washington
(la capital de Estados Unidos) veía con horror a Bolívar y lo acusaba de ser“un
déspota militar y de talento”, que anda “libertando negros”.
Todas esas potencias,
valiéndose de títeres que formaban las oligarquías criollas del continente, se opusieron entonces a que
se cristalizara el ideal bolivariano de identificar la guerra de
laindependencia con una revolución social que echara abajo los privilegios y
que eliminara todas las formas de opresión y
elevara a sus habitantes al rango de ciudadanos.
Por eso fue y sigue
siendo una lucha tan desigual y prolongada. Ayer como hoy la indiferencia del mundo ha sido una constante
en el proceso de las luchas y reivindicaciones sociales. Y ayer y hoy
secalifica a nuestros revolucionarios y líderes más auténticos como “bandidos”,
“terroristas”,“sanguinarios”, “delincuentes”, etc. La propia Iglesia católica
que excomulgó a Bolívar y a los libertadores, llegó a
comparar a nuestro Libertador “con el mismo Satanás”, con “el más cruel Nerón”. Y, como hoy, la
propaganda negra internacional se ocupaba en calumniar y vituperar a los adalides de las justas
aspiraciones republicanas y populares.
Para enfrentar esa
propaganda perversa y hostil a nuestro pueblo, Simón Bolívar se convirtió en maestro de la pluma y la
palabra hasta el fin de su vida. Había que luchar contra la unilateralidad y lamentira,
y él lo hizo en forma altísima. Veamos por ejemplo su Manifiesto a las
Naciones del Mundo, emitido desde su Cuartel
General de Valencia el 20 de septiembre de 1813, en el que desenmascara a los
verdaderos terroristas y asesinos, y citemos uno de sus párrafos:
“Los rendidos, los
pacíficos labradores, los hombres más honrados, los inocentes, morían
apistoletazos y sablazos o eran azotados bárbaramente (...) Por todas partes
corría la sangre y los cadáveres eran el ornato
de las calles y plazas de Guatire, Calabozo, San Juan de Los Morros y otros pueblos habitados
por gente labradora y pacífica, que lejos de haber tomado las armas,huían al
acercarse las tropas a los montes, de donde los conducían atados para quitarles
la vida sinmás formalidad, audiencia o juicio, que hacerlos hincar de rodillas.
Cualquier oficial o soldado estaba autorizado para
dar impunemente muerte al que juzgaba patriota, o tenía que robar”.
Por eso, con esa dignidad
y valor que debemos aprender de él, reclama justamente su solidaridad a las naciones del mundo y
les advierte:
“Aún estoy con las armas
en las manos, y no las soltaré hasta no dejarabsolutamente libres de españoles
a las provincias de Venezuela que son las quemás recientemente han conocido el
exceso de su tiranía, de su injusticia, de superfidia y de sus atrocidades. Yo
llenaré con gloria la carrera que he emprendido por la salud de mi patria, la
felicidad de mis conciudadanos, o moriré en la demanda manifestando al
orbe entero, que no se desprecia y vilipendiaimpunemente a los americanos”.
Sus manifiestos,
discursos y proclamas son no sólo para sus conciudadanos sino para el mundo, como el que dirige desde
su Cuartel General de San Mateo el 24 de marzo de 1814, con el título de Manifiesto a las Naciones
del Mundo sobre la Guerra a Muerte”, en el que refiere sus esfuerzos por llegar a un acuerdo
para hacer canjes de prisioneros y poner fin a los masacramientos de los republicanos presos en
las cárceles, como era costumbre por parte de las autoridades españolas: propuestas que, como lo
denuncia en su manifiesto “fueron igualmente desechadas”, y finaliza proclamando:
“¡Pueblos de la América!
Leed en los acontecimientos de esta guerra las intenciones españolas: meditad sobre el destino
que se os prepara. Para no desaparecer, decidid qué partido os queda. ¡Naciones de la
Tierra! que no queréis ciertamente que sea extinguida una mitad del mundo: conoced a nuestros
enemigos: vais a inferir la inevitable alternativa de que ellos o nosotros han de ser inmolados. Seréis justas: un corto
número de advenedizos no debe prevalecer sobre millones y millones de hombres
civilizados. Vosotros aplaudís ya nuestra última indispensable sentencia, y el sufragio del universo
es lo que más la justifica”.
Con esa misma dignidad y
valor hacemos hoy, en el siglo XXI, el manifiesto bolivariano desde Colombia, donde más del
60% de la población vive en la pobreza, y se calcula por casi tres millones el número de los
desempleados y los índices de homicidios son los más altos del mundo. Un día de guerra le cuesta a este
país la astronómica suma de cuarenta y cinco mil millones de pesos. El gobierno de Bush ha
elogiado a sus satélites criollos por su política de Seguridad Democrática, que consiste en
incentivar la guerra, ejercer una opresión totalitaria, atropellar los derechos
de los ciudadanos, acrecentar el
mar de desplazados y masacrar la legislación laboral. El pueblocolombiano es
cada día más miserable y la integridad de la nación expuesta a todos los
crímenes y latrocinios.
Como patriotas
bolivarianos rechazamos los fundamentos guerreristas del mal llamado PlanColombia.
Estamos por la paz. Llamamos a unificar fuerzas para construir en Nuestra
América, por primera vez, la
democracia popular directa que enseñó Bolívar. A la oligarquía la invade el pánico ante la sola idea
de que la democracia sea posible. Teme que el pueblo se dé su propioGobierno,
forje sus instituciones, defina su Estado, fije su propia Constitución y se
instituya como Soberano.
¡Pueblos del Mundo!
Rechazad el régimen oligárquico atroz, parricida, genocida e inmoral que padecemos, obra del
despotismo de una minoría avarienta y feroz, imperio de una plutocraciainhumana
y superflua, perversa institución de una cacocracia que se roba el Estado y
feria losrecursos de la nación en el festín de las privatizaciones ordenadas
por el imperialismo. Un régimen que ha asesinado a
centenares de miles de trabajadores del campo y la ciudad, que ha segado la
vida de sus más destacados
intelectuales y líderes, que, como ocurrió en Colombia, exterminó a un partido político entero
como el de la Unión Patriótica, empezando por sus candidatos a lapresidencia de
la república, sus senadores, representantes a la Cámara, diputados,
concejales,alcaldes populares, y terminando con sus dirigentes y activistas.
¡Naciones de la Tierra!
Lo que Nuestra América y el mundo entero necesitan es democraciaauténtica: una
democracia que surja desde las regiones y municipalidades. No podemos olvidar
las palabras de Bolívar
cuando afirma que el progreso de las regiones forma el bienestar nacional. Una democracia con Poder
Ético erigido directamente por el pueblo, y apoyado en las armas de un ejército educado en los
principios patrióticos y éticos que nos legó el Libertador: un ejército que sea el pueblo en armas
defendiendo la patria, garantizando las libertades civiles, la
integridadterritorial, la soberanía estatal, la defensa de los débiles frente a
las arbitrariedades de los poderosos;una democracia que genere el progreso, la
participación popular, la educación, el trabajo, la salud,la cultura, las
ciencias, el amor a la patria y la paz.
Los trabajadores de la
ciudad y del campo, las comunidades indígenas sobrevivientes, lasnegritudes
siempre ignoradas, los educadores malpagados y humillados, los estudiosos,
losintelectuales, los poetas, los artistas, los científicos, los deportistas,
en fin, todos nosotros, hombresy mujeres de toda edad y condición, estamos
llamados a emprender esta colosal obra paraintegrarnos con la América que es
nuestra y que fue perfilada por Simón Bolívar, Simón Rodríguez,Antonio Nariño,
Gervasio Artigas, José Martí, Benito Juárez, Hostos, Sandino, Alfaro,
CamiloTorres, que son nuestro paradigma del decoro humano.
¡Naciones del mundo!
Sabed que estos son los fundamentos para formar una América Latinafraternal,
integrada, sólida, unida por intereses comunes y por lazos históricos y
culturales que no pueden olvidarse,
solidaria y abierta a la cooperación con todos los pueblos, y firme para que
pueda concurrir en bloque para
hablar con todos los gobiernos de la tierra en pie de igualdad: Sólo así, como nos enseña el
Libertador, podremos ser alguien en el concierto universal.
Que la Campaña Admirable
ratifique la solidaridad de Colombia y de la América entera, con la nación de Venezuela, que
hoy construye su República Bolivariana bajo la conducción de su presidente Hugo
Chávez; y que rodee con apoyo combativo al pueblo de José Antonio Galán y sus comuneros, a los hermanos
de la Gaitana y Girardot y todos los bolivarianos que vienen forjando la Nueva Colombia.
Que inspire y aliente a
los descendientes de Tupac Amaru y Atahualpa, y que desde el Pichincha hasta Ayacucho y Potosí
reviva la vitalidad de los pueblos hermanos de Ecuador, Perú y Bolivia y a sus indígenas que hoy se
yerguen como protagonistas decisivos de su historia; y que Chile, cuna de Colocolo y Salvador
Allende avive todo su fuego de republicanismo soberano.
Que esta ardida evocación
tremole como invencible bandera en el alma de las madres de la Plaza de Mayo, en la sangre
generosa de los Montoneros, de los Tupamaros y los Piqueteros, y encienda en ambas márgenes del Plata
la estrella de Artigas y Guevara, que levante con los paraguayos el
ímpetualtivo de los guaraníes.
Que abra, sí, que ya es
la hora, la heroica senda transitada por Sandino, la actividad integradora de Morazán, la humanidad
esplendorosa de Roque Dalton y Farabundo Martí, las savias ancestrales de Guatemala, Salvador,
Honduras, Nicaragua y Costa Rica, que muy cerca se oyen las proclamas de Chiapas convocando a
los mexicanos de Benito Juárez y Emiliano Zapata, para expresar con voz de trueno: ¡Basta ya! ¡No
más agresiones! ¡No más invasiones! ¡No más guerras!
¡Sí! Para fundir en un
todo latinoamericano las virtudes revolucionarias y éticas de los Andes, los Llanos, el Caribe y las
Antillas para manifestar con Simón Bolívar y José Martí, con Caupolicán y ToussainLouverture, con
Antonio Nariño y Ezequiel Zamora, y Rafael Uribe Uribe y Betances, y Maceo y Alfaro:
proclamamos la libre auto determinación de los pueblos y la
cooperacióninternacionalista de las naciones, basada en el respeto mutuo y en
la no intervención de un Estado enlos asuntos internos de los otros Estados.
Cuba, Puerto Rico, Haití,
República Dominicana, Jamaica y todas las Antillas recibieron la luz integradora fraternal de
nuestro Libertador Simón Bolívar. Todavía alumbra en Panamá laanfictionía
latinoamericana, que hoy llega al Brasil, llevada por los vientos libérrimos
del Amazonas para acompañar a todo su pueblo, para que entre todos, desde el
río Bravo hasta la Patagonia y desde las Antillas a los Andes pongamos en marcha
la Campaña Admirable que reclama el siglo XXI.
¡Naciones de la Tierra!
No olvidéis nunca la infalible sentencia de Bolívar: “¡Los pueblos del mundo que han lidiado por
la libertad han exterminado al fin a sus tiranos!”.